Yo quiero a mi neurona, y no me gustaría que se resfriase, ni que se fuera quedando dormida por las esquinas.
Por eso cada noche la llevo en brazos a su camita, la tapo y siempre siempre le doy un beso de buenas noches en la frente húmeda. Qué tontería, si las neuronas no tienen frente. Da igual, ella me lo agradece lo mismo.