sábado, octubre 08, 2005

Chucu chucu chu


7:29 (camino del curro)

Después de creer que iba a morirme si me levantaba cuando el complementario (esta vez sí) me ha llamado a las 6 de la mañana. Después de dar vueltas por la casa como una loca buscando, además de lo de siempre (el reloj, la alianza, los zapatos...) cosas nuevas (un libro, una libreta, un boli...). Después de que el portero del edificio donde tengo alquilada la plaza de parking me dé los buenos días y se me quede mirando mientras piensa que qué puñetas hago parada como una idiota delante del portal y que por qué me he dado una palmada en la frente y me he dado media vuelta.
(Caca, bere, coche caca, coche malo). Después de llegar a la estación más perdida que un pulpo en un garaje, tener que preguntar hacia dónde ir y sentirme como una gilipollas delante de la barrera de acceso porque no encontraba por dónde se metía el billete. Por fin, hoy, he estrenado el abonoglogló.

Y aquí voy, chucu chucu chu. Y creo que, al igual que los perros huelen el miedo, los cuatro legañosos con los que comparto el vagón no se dejan engañar: soy, básicamente, una mujer a un coche pegada, una mujer blasón y escriba. Y lo voy proclamando a los cuatro vientos. Para empezar parece que, en lugar de ir a currar, voy al campo o a Alemania. Llevo en el bolso deformado todo lo que puede venir bien en caso de, pongámosle, catástrofe nuclear, a saber: un abanico, toallitas húmedas, una libreta, un boli, una pinza para el pelo, un folleto, dos peines, tres paquetes de pañuelos de papel, cacao labial, un reproductor de mp3, dos monederos, una pila gastada, juanolas, otro reloj de pulsera... Además, llevo también una bolsa del hipercor con dos tomates, una lata de atún, un yogur de imitación a fresa, una fiambrera, un libro, dos folletos... Pero lo que más canta, lo que me delata a gritos es que, mientras todos van leyendo el Qué!, el 20minutos o el Metro, yo leo un folleto del Carrefour que he pillado del buzón y voy mirando a todas partes como si fuese un troglodita en una nave espacial.

Nota: ¿Por qué me siento como el tío Matt escribiéndole una postal a su querido sobrino Gobo?