Nunca voy, simplemente, paso. A veces ha transcurrido más de un año entre una y otra visita. Yo no lo busco. Sólo me dejo llevar. Pero cuando llego, me pongo de puntillas y respiro hondo...
Casi puedo oler la sal amarguísima de las algas dulces, y el corazón se me llena de pececitos plateados que me hacen cosquillas con sus aletas de agua.
Hay un punto secreto en Madrid desde el que se ve el mar...