miércoles, diciembre 07, 2005
Idiosincrasia de una canica
Mi condición de canica me obliga, no puedo sustraerme a ella. Tengo el corazón naranja, azul y amarillo, voy rodando a todas partes. A veces salto. A veces me topo con una pared y contemplo entre ooooohs y aaaaaahs la inmensidad del universo en contrapunto al asombro de mi pequeño corazón de canica. A veces me hundo en las alfombras y sus lanas suaves acarician mi redondez transparente. Yo me dejo mecer ¿Qué podría hacer si no?
A veces llueve y reluzco como una enorme lágrima, y vibro toda como una risa de menta. A veces no quiero ser canica, y quiero aprender a caminar. Pero por mucha fuerza que hago no acaban de salirme patitas. Lo he probado todo: desde la rabia sorda y ciega hasta la meditación zen, pasando por cremas y emplastos. Pero no pierdo la esperanza. Un día dejaré de chocar contra las cosas, que ya me saltan esquirlas de cristal y, claro, con tanto golpe, no gano para aspirinas. Pero he de seguir rodando. Mi condición de canica me obliga: no puedo sustraerme a ella.