sábado, febrero 18, 2006
La fuga de Logan
¿Tenéis todos esta sensación de permanente huída hacia adelante?
Llevo toda la vida corriendo, escapando. Pero a mí no me espera un Santuario, ni siquiera sé si me espera algo, porque la cuestión no es llegar a algún sitio: se trata de escapar. Los psicólogos pueden ponerle la etiqueta de transtorno de evitación (¿de dependencia?) o cualquier otro apelativo. Me da igual.
Yo no presento batalla, me voy. Me asfixian las obligaciones, hacer lo que no quiero hacer, estar donde no quiero estar, sonreir cuando no me apetece, hacer esfuerzos por no llorar donde no debo. Lo más curioso es que la mayoría de estas obligaciones son autoimpuestas.
Los conflictos me dan taquicardia, las discusiones que no me aportan nada me resultan insoportables, la vehemencia de algunos usos sociales me confunde. No entiendo los compromisos si son totalmente forzados, ni los pésames, ni los dos besos en la mejilla si la persona me desagrada.
Y es que, además, escapar tiene otras ventajas: la emoción de lo nuevo, la esperanza de lo distinto, el pais de Utopía. Siempre irreal pero llamándome con la zanahoria al burro, como el queso a la rata de laboratorio que soy.
El verdadero conflicto es escapar de lo que no puedo: de mí misma.
Estoy intentando aprender a no huir hacia adelante, pero la cabra tira al monte, así es que hago lo que puedo.