domingo, febrero 19, 2006

Historia de unas pompas y una olla exprés



No sé qué edad tenía (¿seis? ¿siete?), pero mi amiguita Mónica nos tenía más que hartas. Era envidiosa, le gustaba hacernos rabiar, cambiaba de opinión cada rato, quería manejarnos... Un día se bajó a la calle con un vestido nuevo y un cacharrín de esos para hacer pompas de jabón. Se puso a "chulear" con su juguete nuevo. Yo flipé. "Mónica ¿me lo prestas?". "NO" Y me hizo burla.

Recuerdo esconderme bajo la cama cuando su abuela fue a pedirle cuentas a mi madre. La niña llevaba toda la tarde llorando, con una mano roja marcada en toda la cara.

Es lo que tiene el autocontrol más férreo. Que a veces falla.

A ratos, me rebelo. Que me calle, que sea la persona más despistada del mundo hasta límites que pocos creen, que mi memoria tenga lagunas tan insólitas que me dé problemas, que parezca sumisa o torpe para evitar ataques... NO SIGNIFICA QUE SEA GILIPOLLAS. Y me doy miedo. Sobre todo porque me conozco. Y un día voy a levantarme y le voy a dar una hostia a alguien. Y se va a armar la de dios es cristo.

Avisados quedáis.